...
No se me ocurrió que estaba muy lejos de ser el pretendiente ideal para aquella joven celestial, puesto que no tenía fortuna, distaba de ser buen mozo y tenía por delante un futuro incierto. ¡Y no la conocía! Pero estaba deslumbrado y decidí en ese mismo momento que era la única mujer digna de ser mi esposa y que si no podía tenerla, prefería el celibato. La seguí todo el camino de vuelta a su casa. Me subí en el mismo tranvía y me senté tras ella, sin poder quitar la vista de su nuca perfecta, su cuello redondo, sus hombros suaves acariciados por los rizos verdes que escapaban del peinado. No sentí el movimiento del tranvía, porque iba como en sueños. De pronto se deslizó por el pasillo, y al pasar por mi lado sus sorprendentes pupilas de oro se detuvieron un instante en las mías. Debí morir um poco. No podía respirar y se me detuvo el pulso. Cuando recuperé la compostura, tuve que saltar a la vereda, con riesgo de romperme algún hueso, y correr en dirección a la calle que ella había tomado...
La Casa de los Espíritus
Isabel Allende
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5 comentários:
é daquele amor que dói, né ?
(afinal, qual não dói ?)
bj, querida.
Dói, é verdade! Mas é lindo, não é?
Line, tá apaixonada, nêga?
Sempre, Pati! Sempre!!
leu o livro q te dei ?? ha gustado ???? bj, carla
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